Capítulo 6

Un campo lleno de margaritas

De la política y la familia

 

En la pradera de las margaritas hay catorce millones setecientas veintitréss flores. Casi todas son margaritas y de ahí el nombre que le pusieron “Pradera de las margaritas”. Si tuviera más flores de otro tipo de flores a lo mejor le habrían puesto otro nombre, pero eso ya yo no lo sé porque ocurrió mucho antes de que yo naciera, mucho antes de que papá y mamá nacieran, mucho antes de que abuelo y abuela nacieran, mucho antes de que bisabuelo y bisabuela nacieran, mucho antes de que tatarabuelo y tatarabuela nacieran, hace mucho, mucho, mucho, ya me entienden. A mí me gusta que se llame “Pradera de las margaritas” porque me gustan las margaritas y porque yo también me llamo Margarita, entonces cuando me presento puedo decir “Mucho gusto mi nombre es Margarita y vivo en la pradera de las margaritas” y eso hace siempre que me miren raro, como girando la cabeza, como bregando a entender, y a partir de allí a nadie se le olvida mi nombre.

 

En la escuela, por ejemplo, desde el primer día a todos les quedó grabado, y por eso a mí no me han tenido que llamar ratona, así como a Emilia la han llamado coneja o como a Cecilio lo han llamado zarigüeya o como a Indira le dicen a veces nutria. Aunque no entiendo cómo se le puede olvidar a alguien un nombre tan lindo como Indira, si yo no me llamara Margarita me gustaría llamarme Indira, incluso si eso significa que no van a recordar mi nombre tan fácil. Del nombre de mis hermanos casi nadie se acuerda a la primera, aunque ellos también viven en la pradera de las margaritas, pero ninguno se llama Margarita. Todos los ratones viven en la pradera de las margaritas, desde hace muchas, muchas, demasiadas generaciones, desde antes incluso que se llamara la pradera de las margaritas. Y sobre eso quiero escribir en esta tarea, así que mejor empiezo porque ya me han dicho antes que “tengo tendencia a divagar” y aunque no sepa muy bien a qué se refieren con eso creo que lo estoy haciendo en este momento.

 

 

El profesor nos pide contar, en estos días que se realizan las elecciones de representantes a la asamblea del bosque, una historia de nuestra vida personal donde contemos la importancia de elegir, para que así entendamos que es lo que tiene a todos los grandes tan pendientes y conversadores últimamente. A mí estas son las primeras elecciones que me tocan, y desde hace un mes papá y mamá y abuelo y abuela y bisabuelo y bisabuela y tatarabuelo y tatarabuela se reúnen en el salón común con todas las demás familias para decidir el voto de los ratones. Al parecer es raro que los animales voten todos en grupo, porque cuando lo comenté en clase el profesor explicó que esa decisión colectiva era un rasgo particular de los ratones. Creo que a lo mejor también la tendencia a divagar es un rasgo particular de los ratones, eso le dije al profesor, y el me dijo que no porque había sido también profesor de mi papá y él era muy concreto. Entonces la tendencia a divagar debe ser particularidad mía. Cuando acabe este texto voy a buscar a qué es tendencia a divagar y otras cosas que tengo pendiente buscar y que todavía no he aprendido.

 

Pero volviendo a la tarea, resulta que como son mis primeras elecciones no tengo recuerdos que me sirvan para la importancia de elegir. O, mejor dicho, tengo recuerdos donde he elegido, como por ejemplo entre si prefiero comer semillas o frutos, o si mejor tomar agua sola o agua de manzanilla, o si jugamos a los escondidijos o a las carreras, pero siento que esos ejemplos son muy pequeños, que para elegir entre esas cosas no haría falta reunirse en el salón común y hablar por horas y horas y horas y días y días y días y semanas y semanas y semanas. Por lo que veo siento que las elecciones son más difíciles que esto y entonces pensando y pensando y pensando recordé la historia que nos contaban sobre la pradera de las margaritas antes de que fuera la pradera de las margaritas, y que creo cuenta de verdad como una historia sobre elecciones porque fue una elección tan importante que todavía ahora tiene efecto y por eso la pradera se llama pradera de las margaritas y por eso yo me llamo Margarita y por eso a nadie se le olvida que soy la ratona Margarita que vive en la pradera de las margaritas.

 

Me contaron hace tiempo esta historia y me la contaron más de una vez, unas veces mi abuelo otras veces mi tatarabuela otras veces alguno de mis hermanos mayores. Es la historia de cuando los ratones llegaron a este terreno que habrían de convertir en su madriguera, de cuando todavía el techo sobre nuestros túneles, la cima de nuestro laberinto, no estaba sembrada de flores. Es la historia de la primera reunión en el salón común para decidir entre todos qué flores queríamos plantar y si la historia fuera distinta esta sería la historia de la pradera de las violetas o la historia de la pradera de las rosas, pero es la historia de la pradera de las margaritas, de un campo lleno de margaritas y de las primeras elecciones de los ratones que deben ser igual de importantes a las elecciones de las que nos habla el profesor sobre la asamblea del bosque.

 

Al principio no éramos tantas familias, aunque igual éramos una sola familia, como ahora. Esto es difícil de explicar, porque los demás animales tienen distintas familias y no son una sola. Nosotros los ratones somos muchas, pero somos una, y por eso tomamos las decisiones en conjunto, y por eso así como en casa tenemos unas tareas y unas relaciones entre papá y mamá y mis hermanos y yo, también en la familia grande hay unos que son como papá y mamá y otros que son como mis hermanos y yo. Todos los ratones nos comportamos así, y por eso lo que pasa en el salón común es como lo que pasa en la sala de mi casa. Cuando yo no estoy de acuerdo con algo puedo discutirlo con mamá y papá y si al final ellos me convencen pues muy bien, y si al final yo los convenzo también muy bien. Aunque suele pasar más lo primero, sin importar que tome tiempo, porque a veces me demoro mucho en entender lo que me dicen y me tienen que explicar bien por qué es qué lo que ellos dicen tiene más sentido que lo que yo digo. Horas y horas pasan, pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino de las margaritas.

 

La primera reunión en el salón común fue cuando ya habían construido los túneles, cuando estaban ya establecidas las tareas de quien va por comida, de quien cuida las crías, de quien se encarga de reforzar las paredes para prevenir la lluvia. Mejor dicho, la primera reunión fue cuando ya todo lo básico estaba resuelto y entonces podían reunirse y tomarse el tiempo para tomar decisiones. Y la primera decisión era qué flores plantar en la manga donde habían construido la madriguera, para cubrirla y que el calor dentro fuera menos, para que las raíces ayudaran a hacer más resistente el techo, para que cuando el bosque hablara del hogar de los ratones lo pudiera hacer hablando de las flores que crecían sobre él. Y ahí empezó la conversación de la familia, que es como la que ocurre en este momento en el bosque, donde uno dice que mejor votar por la hormiga y otros dicen que mejor por el tordo y así. Sólo que en el caso nuestro de los ratones no eran animales, sino flores. Y unos decían que claveles y otros decían que violetas y otros decían que tulipanes y otros decían que rosas y otros decían que girasoles.

 

Esta primera parte siempre pasa. En casa, cuando vamos a elegir que comer, también a cada uno se le permite sugerir sus opciones. Y luego cuando están todas las opciones disponibles empieza la etapa de presentar las virtudes de cada una. Así lo dice mi tatarabuelo. “Presentar las virtudes”. Y creo que eso también es importante en las elecciones del bosque, donde quien quiere que sea uno de los animales y no otro debe presentar las virtudes de su preferido. Claro, no siempre ocurre, mi tatarabuelo estaba enojado hace poco porque aparentemente en las elecciones alguien estaba centrándose en presentar lo malo de otro animal. Dice mi tatarabuelo que eso no sirve de nada, que desvía lo importante, y es que me pongo a pensar y de nada habría servido, por ejemplo, decir que el girasol es feo cuando se marchita, o que se demora mucho en crecer. Esas son cosas que aparecen por sí solas cuando alguien las piensa, mejor hablar de cómo el girasol da también semillas que se pueden comer, y de que cuando crece crea un bosque miniatura bajo él.

 

 

Así fueron las elecciones de la pradera de las margaritas. Cada flor se presentó según sus virtudes y cada flor tuvo quien la promoviera. Los equipos a favor de cada flor hablaban de sus virtudes con los demás ratones siempre que tenían oportunidad, iban mostrando por qué sería adecuado elegir esa flor para sembrarla. Y de a poco las virtudes de las margaritas fueron ganando terreno. Por no ser muy grandes, permiten que podamos tocar las flores y los pétalos sin mucho esfuerzo. De sus corolas pueden hacerse aromáticas, que ayudan con los dolores, que alivian de los insomnios, que sirven para el reposo. Duran todo el año, sin estaciones, siempre hay en cada planta al menos una flor. Huelen rico. Uno puede oler la pradera de las margaritas desde muy lejos y en el bosque hay muchos que se guían por su perfume cuando sopla el viento.

 

Cuando le conté a mi tatarabuelo mi idea para esta tarea, sobre usar la elección de las margaritas para hablar de las elecciones a la asamblea, me dijo que en el bosque harían bien en recordar lo que los ratones no olvidamos nunca, es decir que somos una familia muy grande, con muchos miembros que incluso no conocemos, pero que no por eso dejan de ser familia. Dice mi tatarabuelo que si recordáramos eso no dejaríamos que las elecciones se volvieran nefastas, y yo no tengo claro que significa “nefastas” pero se me grabó mucho porque mi abuelo dijo la palabra como si le doliera en las muelas. Al menos eso me lo pareció a mí, porque hizo la cara que hacía mi hermano el día que se lastimó una muela con una semilla. Para el dolor le dieron agua caliente con pétalos de margarita. Una mezcla muy usada cuando tenemos dolor en los huesos por crecer, o cuando nos molesta la panza. Tengo que buscar que significa “nefasta” y que es “tendencia a divagar”.

 

Pero mejor termino ya este texto, porque creo que se me ha ido muy largo. Al final la familia eligió las margaritas y los ratones que querían otras flores no se pusieron mal porque sabían que había sido una decisión entre todos. Por el contrario, ayudaron a plantar y a cuidar las primeras margaritas, y con el tiempo fueron sugiriendo como mantenerlas lo más bonitas posibles. Ahora ya hay toda una pradera y yo no sé cuantas sean así haya dicho que sí al principio. Son muchas, eso sí es cierto, muchísimas. Y esa es mi historia personal de unas elecciones, y no sé qué tanto se parezcan a las elecciones del bosque, pero me gustaría que se parecieran. Porque la pradera de las margaritas es resultado de una gran elección en la familia de los ratones y yo me siento orgullosa de ella así haya ocurrido hace tanto. Cuando entienda mejor de lo que hablan en el salón comunal intentaré que siempre nuestras elecciones sean como esa.

 

Para recordarle al bosque que somos todos una familia muy grande y que todos los que serán niños en el futuro puedan sentirse orgullosos de lo que elegimos hoy. Y eso es todo, firma Margarita, la ratona de la pradera de las margaritas.